sábado, 7 de enero de 2012

Las trenzas de Bahira


¿Como iba a saber Bahíra que había nacido en un país libre?


Se enteró en el colegio, ella comenzó en ese colegio cuando tenía muy pocos años, algunas compañeras mayores que ella no querían enseñar su pelo, Bahíra no sabía por qué, solo se daba cuenta que esas niñas mayores tenían un pelo precioso que ocultaban bajo un pañuelo que enmarcaba sus caras como las sabanas a los muertos en su país.


¡Su país! Eso decía su padre cuando le hablaba de un país muy lejano, allá en África, cuando hablaba de él, a su padre se le ponían los ojos húmedos y apenas podía escuchar su voz, pero su padre también decía que aunque hermoso, ese país no era libre, y ella había nacido aquí, en su barrio, pero solo se dio cuenta que era un país libre cuando vio a sus compañeras con aquellos pañuelos y sus miradas tan tristes.
Bahíra veía que esas niñas tenían la mirada muy triste, apenas levantaban la vista y sonreían poco y a Bahíra la encantaba reír, la encantaba jugar con sus trenzas, que su madre se las recogiera con lazos de colores, su madre solo se ponía un precioso pañuelo de seda en su cabeza cuando celebraban una fiesta en la intimidad de su casa, también dejaba ver sus rizos negros y brillantes y a Bahíra la parecía que estaba guapísima.
Un día en el cole, hubo un revuelo, parece que los dueños no querían que sus compañeras llevaran esos pañuelos, a Bahira le parecía bien, aunque no lo entendía, al llegar a casa, preocupada, rápidamente se lo comentó a su madre, ella se encargó de explicarla muchas cosas que Bahíra no sabía.


Hacía muuuchos muuuchos años, en su país y en los países cercanos, las mujeres llevaban su cabello al viento, sentían el calor del sol y se lo recogían con cintas de colores, con abalorios y con diademas de oro y plata, cubrir los cabellos era signo de altas damas para distinguirse de las esclavas de sus casas que llevaban el pelo sin cubrir.


Después de mucho tiempo así, llegó un profeta, se llamaba Mahoma, y tenía cuatro esposas, como era muy sabio, la gente del pueblo le iba a pedir consejos, y como eran muchos, también sus esposas daban consejos. Éstas no tenían el pelo cubierto, nunca lo tuvieron, pero un día el profeta recibió palabras reveladas por su Dios, sus esposas y el eran acosados por los preguntones y debía sugerir que los que iban a solicitar respuestas del profeta, debían cubrirse las cabezas tras un velo para no molestar a las señoras.


Bahíra no entendía muy bien todas estas explicaciones e hizo la pregunta que su madre estaba esperando.


¿Qué tiene que ver esos velos con los pañuelos de las niñas del cole?


Su madre era sabia, eso lo sabía Bahíra muy bien, mamá siempre lo sabía todo, lo solucionaba todo, lo curaba todo, junto con papá, eran las personas que mas sabían del mundo.


Hija, el mandato de nuestro dios, se fue confundiendo y confundiendo durante mucho tiempo, pasaron años y mas años, y al final ese velo volvió a las mujeres libres en esclavas y a las esclavas,... en libres


Bahíra, en nuestra tierra, solo nos cubríamos la cabeza cuando queríamos destacar la hermosura de nuestra raza, destacar el negro de nuestro pelo con hermosos colores, cuando había fiestas importantes y celebraciones, cuando bailábamos músicas alegres y reíamos a su compás y los hombres nos los quitaban entre juegos cuando nos querían decir que nos amaban.


El día a día, trabajábamos, estudiábamos, cocinábamos, compartíamos con los hombres letras y libros, sabiduría y libertad.


Una voz masculina se escucho al fondo de la habitación, Bahíra corrió a los brazos de su padre que acarició sus trenzas y sus lazos de colores y mirándola a los ojos dijo:


Corazón mío, mi mayor bien, para que tú sigas enseñando tu hermoso pelo, para que tú puedas lucir los velos de colores cuando tú quieras, cuando te sientas feliz, por eso, Bahira, naciste aquí.




Iseo


21:25


Miércoles


21/04/2010

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